miércoles, 14 de marzo de 2012

Respecto a la intolerancia, tolerancia cero

Hoy publica El País una noticia cuyo titular es "Una menor marroquí se suicida tras ser obligada a casarse con su violador". A lo largo del texto se puede leer que el Código Penal del antiguo protectorado español, en su artículo 475, "permite al agresor o violador de una menor casarse con su víctima y evitar así el juicio y la probable pena de cárcel".


Estoy absolutamente desconcertada, tanto que ni acierto a definir cómo me siento tras haber leído la noticia. Es realmente bochornoso que un país con una Carta Magna que recoge en su artículo 8 la igualdad del hombre y la mujer ante a la ley permita esta flagrante violación de los derechos fundamentales de la mujer.


Haber leído esta noticia me ha hecho reflexionar sobre el comportamiento que hemos de adoptar respecto a determinadas culturas, especialmente después de que la semana pasada se pudiese leer en los periódicos la investigación que se está llevando a cabo sobre el imán de una mezquita de Terrassa por supuesta incitación a la violencia machista


Las posturas ideológicas más progresistas siempre han destacado su defensa de las libertades individuales, que análogamente conducen a una tolerancia total hacia las diferentes culturas, -con la exclusión de las doctrinas de ultraderecha (que al promulgar ideologías homófobas, xenófobas, racistas, etc. hacen de su intolerancia un motivo aplicable a su propio ostracismo por el resto de ideologías)-. Pero, ¿qué pasa con las religiones intolerantes?


La libertad de culto en España y el rencor acumulado hacia la Iglesia por la historia inquisitorial que ha regido nuestro país durante siglos ha creado un pseudo imaginario en el que parece que la única religión deleznable es la católica. Y es en este punto donde me detengo a reflexionar. Imaginemos que en lugar del imán de Terrassa hubiese sido el arzobispo de Granada el que incitase a sus fieles a ejercer la violencia machista. Estoy convencida de que el revuelo hubiera sido muchísimo mayor.


En mis constantes ataques dialécticos a la Iglesia católica siempre he defendido a ultranza la libertad de culto, pues más allá de pensar que Dios exista o no, y más allá de creer que mi agnóstica postura es la correcta, el respeto hacia las personas que tienen fe me parece una obligación inexcusable, independientemente de considerar que la institución que los representa es, cuanto menos, una mafia.


Ahora bien, ¿qué pasa con el respeto hacia religiones que no respetan? Porque dentro de lo malo, e independientemente de que los católicos sean o no fieles a los postulados de su libro sagrado, el cristianismo ensalza unos valores humanistas que en su mayoría se han considerado como universales (véase ayudar al prójimo, solidaridad, paz, honradez...). Sin embargo, el Corán recoge explícitamente apartados en los que explica que el hombre es superior a la mujer y cómo puede éste repudiarla, y las lecturas de estos pasajes pueden llevar a una intolerancia tan brutal que, en algunos casos (como el anteriormente citado de Marruecos) un código penal basado en el Islam proteja la violador antes que a la violada. 


Después de leer la noticia he hablado con un compañero de trabajo marroquí para preguntarle su opinión, y me ha dicho que en Marruecos, ante este tipo de sucesos (que una mujer tenga que casarse con su agresor sexual), es común culpar a la mujer de prostituta y provocadora exculpando de todo yerro al atacante.


Supongo que habrá muchísimos musulmanes que, al igual que muchísimos católicos, han conseguido adaptar su fe a los tiempos que corren y no se creen a pies juntillas lo que dice su libro sagrado o las lecturas que del mismo hacen sus representantes religiosos, pero creo firmemente que no hay que bajar la guardia respecto a los fundamentalismos integristas, y menos cuando esos fundamentalismos atacan directamente a los derechos humanos de un gran porcentaje de la población mundial. Ante todo, no hay que confundir la tolerancia con la excusación de los comportamientos intolerables, y defender a un violador en detrimento de la víctima no es sólo intolerable, sino que es ignominioso, escandaloso y aberrante.

5 comentarios:

  1. No me extraña la falta de comentarios. El mío iba a ser un simple "sin comentarios".

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  2. Estoy de acuerdo con lo que dices, hechos como este nos hacen ver con claridad nuestro repugnante mundo en el que acciones bochornosas y deleznables son permitidas.
    Además, estoy de acuerdo en que hay que respetar a las personas que profesen el culto que elijan. Preciso: no hay que respetar a (todas) las personas, hay que respetar dicha elección, lo que no se puede permitir son ciertas consecuencias de tal culto. Que en privado se rece a un dios u otro nos debe ser indiferente a quienes preferimos no rezar -y a todos-, pero hablamos de otra cosa cuando nos referimos, como en este caso, a la destrucción machista. Una cosa es la libertad de culto, otra es la imposición de tus creencias (dudo mucho que la chica, por muy musulmana que fuera, estuviera de acuerdo con el Corán en este aspecto). Es difícil diferenciar ambas cosas pero, como bien dices, la adaptación al cambio es factible y todas las religiones deberían ir por ese camino que todavía está por recorrer.
    Ahora bien, sólo otra precisión: que te escandalices más si las palabras del imán de Terrassa hubiesen sido dichas por un arzobispo católico me parece un error. No está bien y no lo defiendo, como supondrás, pero no vamos a negar la evidencia de que, para mal nuestro, hemos interiorizado que la religión musulmana es tremendamente machista, y que la católica está en vías de superarlo, muchos pasos por delante de la otra. Que un arzobispo diga hoy en día cómo maltratar a una mujer horrorizaría más a la población española por ese motivo. Además, siendo periodista no creo que te haga falta un recordatorio de los criterios de noticiabilidad -que coinciden con la capacidad de movilización-: si pasa cerca, te puede tocar a ti.

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  3. No me escandalizaría más si las palabras del imán de Terrasa las hubiese dicho el arzobispo de Granada, simplemente digo que el revuelo hubiese sido mayor (y realmente creo que así sería). De hecho, pienso esto porque creo que como hemos interiorizado que la religión musulmana es machista, no nos escandaliza tanto que un imán diga cómo pegar a una mujer.
    Lo que he querido decir es que no haya habido un revuelo mayor. Por ejemplo, Ana Mato dice "violencia en el entorno familiar" en lugar de "violencia machista" y se arma más que si el imán de Terrasa dice cómo pegar a una mujer.

    Lo que me escandaliza no es que se arme mucho revuelo en según qué cosas, es que se arme demasiado poco en otras

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  4. Cierto, tenemos una extraña permisividad con el tema musulmán.
    Ten cuidado entonces con los ejemplos que eliges para comparar las cosas, y con las palabras que utilices: a veces, das lugar a error de comprensión.

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  5. Recomiendo fervientemente el 'Tratado de ateología' de Michel Onfray. Recomiendo aún más, claro, leer el Corán, la Torah y la Biblia, pero me lo tengo que recomendar primero a mí mismo, porque tengo los dos primeros pendientes y el tercero, apenas empezado.
    Digo todo esto porque lo que dice Onfray, y lo apoya en hechos, es que todas las posturas políticas se pueden apoyar en cualquiera de esos tres "libros sagrados": las formas más extremas de violencia y el rechazo a cualquiera de ellas, el machismo más degradante y el respeto a la mujer, el odio hacia las otras religiones y la reivindicación de la convivencia... si resulta que Dios existe, que es Yahvé, Jehová o Allah y que tiene alguna virtud, no es la de la coherencia.
    En todo caso, me permito señalar -con esto de la (in)tolerancia, sea religiosa o política- que las religiones e ideologías pueden ser una coartada o, incluso, una inducción al crimen, pero el problema es el crimen en sí. La violación, el asesinato y la tortura son acciones y necesitan de la acción para ser parad@s; las ideas, por su parte, se pueden combatir con otras ideas, esa es la batalla que se libra desde hace más de doscientos años. Parece mentira que habiendo tenido un señor como Spinoza a principios del XVIII, por poner el ejemplo más claro, estemos todavía aguantando esta mierda premoderna de ley del más fuerte.

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