martes, 22 de noviembre de 2011

Rouco Varela: próximo Ministro de espiritualidad

“Le aseguramos nuestra oración para que el Señor le conceda su luz y su fuerza en el desempeño de las altas responsabilidades que le encomienda el pueblo, al servicio de la paz, la justicia, la libertad y el bien común de todos los ciudadanos”. Así le expresan su apoyo el arzobispo de Madrid, Rouco Varela, y el portavoz de organismo episcopal, Martínez Camino, al nuevo presidente del Gobierno de España.

Sin embargo, en esta misiva en que hablan de paz, justicia, libertad y bien común, parece que los autodenominados “ministros de pastores del Pueblo de Dios” se han olvidado de la libertad de elección de los homosexuales que probablemente no podrán casarse dentro de poco, de la justicia para aquellos que no pueden valerse por sí mismo y que se hundirán en la miseria más absoluta tras la derogación de la Ley de dependencia, de la libertad de elección en la oferta educativa para las familias con menos recursos, de la libertad de culto en un país constitucionalmente laico…

Rouco, además, explicita que el problema de la corrupción y de la búsqueda del propio interés anteponiéndose al bien común es causa del relativismo y del olvido de Dios. Quizás a nuestro querido arzobispo se le ha olvidado que los problemas más graves de corrupción, prevaricación urbanística y cohecho se encuentran en las filas del partido que aboga por la confesionalidad (católica) del Estado español, aunque sea de una forma indirecta. El ejemplo más claro lo tenemos en Madrid, donde la señora Aguirre prefiere subvencionar colegios de curas que colegios públicos.

Dice Rouco que el olvido de Dios también deriva en el desprecio por la vida humana, a lo que yo añado que tanto recordar a Dios, al pobre presidente de la Conferencia Episcopal Española se le olvida que el candidato al que ofrece su apoyo incondicional desprecia la vida dependiente, que aunque con mayores dificultades que otras vidas, también debería considerarse humana.

Por último, Rouco abomina de la instrumentalización y deterioro de la educación, a la vez que habla de sus planes de evangelización “cuyo punto crucial debe dirigirse a resolver lo que el Papa ha llamado emergencia educativa”. Respecto a esto no voy a añadir nada, puesto creo que la contradicción es patente en sí misma.

Lo que me escandaliza de esta misiva no es que los que se creen con autoridad moral para dar lecciones flojeen en su propia moral, ni siquiera me escandaliza que las afirmaciones sean de principio a fin contradictorias. De hecho, ya ni me sorprendo por la injerencia que supone esta misiva en la vida política, pues en un país constitucionalmente laico no debería haber contacto entre poderes eclesiásticos y miembros del Gobierno. Pero me asusta de veras la consciencia de saber que dentro de poco estos predicadores de la moral tendrán más poder del que deben, y que la tecnocracia, la Iglesia y la política caminarán de la mano para conseguir sacar a España de la crisis y volver a reconstruirla como una, grande y libre.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Corrupción borbónica

Dice Transparencia Internacional que vivimos en el trigésimo segundo país más corrupto del mundo. Hay más de 200 y España, que se supone se encuentra en la cúspide del desarrollo, se encuentra en el puesto número 32. No sé si definir esta situación como desconcertante o como hilarante.

Como ciudadanos, permitimos que nuestra élite política decida sin consultarnos medidas de máxima envergadura (como un cambio de la Carta Magna); permitimos que en campaña electoral haya un pufo de debate basado en monólogos a la gallega donde no hay hueco para la participación ciudadana o, qué menos, participación de periodistas; permitimos que en las listas electorales entren más de 2.000 imputados por corrupción; y mi pregunta es: ¿vamos a permitir también que la Familia Real se una a esa clase cuya única ocupación es el desmantelamiento económico de cada uno de nuestros bolsillos?

No quisiera entrar en valoraciones históricas acerca de cómo los Borbones hicieron que el Estado Español (antes incluso de ser estado) cayera en un decaimiento vergonzante y vergonzoso gracias a insultantes opulencias, no voy a entrar tampoco en cómo esta dinastía regaló el país a un dictador, o los cauces por lo que se convirtió en heredera del siguiente dictador. De hecho, ni siquiera voy a entrar en el hecho de que si Juan Carlos defendió la democracia en los años ´70 fue porque era la única forma de asegurarse un tanto que le permitiese chupar del bote hasta ahora. No, esas son parte de la historia que ni siquiera he vivido, y con lo que he podido ver a mis 25 años me sobran motivos para abochornarme por las figuras diplomáticas más importantes que me representan.

La codicia humana no tiene límites, y aunque hay una regla no escrita que impide a la Familia Real ostentar negocios, ahora resulta que Urdangarín anda metido en follones legales que indician conceptos tan feos como fraude, robo o paraísos fiscales. Sinceramente, me parece el colmo.

No es suficiente con que los españoles cotizantes, es decir, los que sufragamos los gastos borbónicos, ni quiera podamos saber en qué gasta la Familia Real el dinero que les regalamos por la cara (no existe ninguna ley que les obligue a detallar sus facturas), sino que ahora nos quedamos tan tranquilos viendo cómo nuestro dinero se emplea de forma deshonrosa para lucrar a los ya de por sí lucrados, y no hay ningún tribunal que se atreva a dar el paso de señalar con el dedo claramente.

Lo peor de todo es que los que nos escandalizamos por estos asuntos tampoco podemos poner el grito en el cielo (por dos motivos): nos exponemos a un castigo punitivo, y no podemos alzar la voz hasta el cielo porque ellos son Familia Real por la gracia de Dios, y seguramente Dios se enojaría por dudar de su elección (ya tenemos suficiente crisis como para soportar otra Gomorra).