miércoles, 24 de julio de 2013

Politizar la tragedia

Hace unas 18 horas de la tragedia: un Alvia dirección Madrid-Ferrol descarriló a la altura de Santiago de Compostela.
218 pasajeros.
Al menos 78 muertos.
Al menos 130 heridos.
De momento.


Si los bomberos de Veicar desconvocan una huelga indefinida para colaborar en el siniestro, es política. 

Si los médicos desempleados se acercan a los hospitales para ayudar de forma voluntaria, es política.


Si la Dirección General de Empleo sentencia que los conductores de tren percibirán determinadas primas en función de su puntualidad, que el tren siniestrado fuese con 5 minutos de retraso y el motivo del descarrilamiento fuera un exceso de velocidad, podría ser política.


Si la Moncloa no se molesta en crear una nota de prensa frente a la catástrofe, sino que hace un copia-pega del comunicado de condolencias por el terremoto de Gansu, es política.

Si el diario ABC se refiere a la tragedia de Santiago como un "atentado", es política.

Si un tren descarrila en España y "ETA" se convierte en Trending Topic de Twitter, es política.

Si TVE emite imágenes de un accidente de tren de 2003 como si fuesen imágenes de la tragedia de Santiago, es política.

Si el seguimiento de la cadena de televisión pública, así como de las cadenas privadas más importantes (Tele5, Antena3, Cuatro y LaSexta), no se produce hasta tres horas después del accidente, es política.

Si durante la última parte de la cobertura del accidente en TVE la información se centra en vanagloriar la oferta que Ana Botella ha hecho de las reservas sanguíneas madrileñas para ayudar en las transfusiones, es política.

Si Renfe, la empresa pública de ferrocarriles en España, en su página web no muestra las condolencias hacia víctimas y familiares, es política.

Si Rajoy no admite preguntas tras su rueda de prensa por el accidente, seguirá siendo política.


Hablar de política a propósito de una tragedia no significa trivializar la tragedia, ni que las condolencias sean menores, ni que esté ausente el respeto a las víctimas y familiares. Simplemente es un prisma diferente con el que observar la realidad, una forma de denunciar sus vicios y criticar sus deficiencias, pero no por ello es más inhumano. 

Buscar los porqués políticos no significa politizar la tragedia, ya que si hay respeto a las víctimas y éstas no son utilizadas con fines partidistas, buscar el porqué político significa buscar el porqué real (debido a que lo político se refiere a "orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado", según la RAE).

Hay quien canaliza el dolor llorando, hay quien canaliza el dolor rezando, y hay quien canaliza el dolor buscando respuestas y denunciando actitudes oprobiosas. Nada es mejor ni peor, y nada es censurable. Simplemente son diferentes modos de ver las cosas.
Por cierto, decir que no hay que politizar las tragedias, también es hacer política.


lunes, 22 de julio de 2013

De Partido Popular a Partido Machista

A principios de 2012, la actual ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (ésa que gasta miles de euros en confeti y lleva de vacaciones a sus hijos con dinero corrupto) levantó un revuelo en las redes sociales porque, ante una muerte provocada por violencia machista, evitó este uso del lenguaje para aseverar que la muerte había sido provocada por "violencia en el entorno familiar". El empleo de este término denota dos características importantes:
1. Se obvia la particularidad de machismo sobre la violencia, lo que empobrece la definición al privarla de su singularidad más importante.
2. Se reduce la violencia al ámbito familiar, lo que podría inferir a la exclusión de machismo en actos violentos que no se encuadren en un estricto ámbito familiar tradicional -según es concebido por el PP-.

Tiempo después se produjo otro atentado contra la mujer: el anteproyecto de ley del aborto (aún no presentado ante el Congreso por falta de acuerdo entre los propios miembros del Partido Popular). En él, se recuperaría la ley de despenalización de supuestos con unas características similares a la ley de 1985. Gallardón cree que una mujer puede abortar si el embarazo es producto de una violación o si el embarazo pudiera producir daños psicológicos a la madre, pero descarta la malformación del feto como supuesto despenalizado. Al mismo tiempo, Gallardón pertenece a un gobierno que ha asestado duros golpes a la ley de dependencia, dejando prácticamente sin recursos a los beneficiarios de la misma al recortar la práctica totalidad del presupuesto. Es decir, el Gobierno del Partido Popular cree que abortar un feto malformado es discriminación -en palabras del Ministro de Justicia-, pero no considera discriminación al eliminar las ayudas a la dependencia -de las que se nutren multitud de madres de hijos malformados para sacar adelante a su familia-.

Por otro lado, Gallardón quiere eliminar la decisión propia de abortar a las menores de 16 y 17 años; es decir, que el aborto solo podría producirse bajo el consentimiento de los padres. Nos encontramos ante una clara postura ideológica en la que, bajo la excusa de la lógica, Gallardón pretende imponer el modelo de familia patriarcal en el que las decisiones son tomadas unidireccional y unipersonalmente. A los hechos anteriormente citados hay que añadir que:
1. El grupo de "expertos" que está asesorando a Gallardón para elaborar la nueva ley del aborto es secreto, es decir, el Partido Popular no quiere dar los nombres y apellidos de estos expertos. Según el PSOE, uno de los "expertos" sería el buque insignia de la aconfesionalidad estatal en España: el presidente de la Conferencia Episcopal Antonio María Rouco Varela.
2. El Gobierno habla de escuchar a todas las voces para elaborar la nueva ley, pero no ha prestado atención a un grupo de más de 300 ginecólogos que firmaron una carta en contra de la eliminación de la malformación del feto como supuesto.

La semana pasada se dio a conocer la intención del Gobierno de excluir a lesbianas y mujeres solteras de los planes públicos de fertilidad, es decir, que solo se pudieran aprovechar de los tratamientos de reproducción asistida las mujeres con pareja masculina estable en la que uno de los dos sufriera infertilidad. Más allá de la carga ideológica de esta medida, en la que se vuelve a vislumbrar la idea del Partido Popular de familia patriarcal como modelo único, cabe destacar la gran hipocresía que nutre al Gobierno de España, ya que la Secretaria General del partido que hoy nos gobierna, María Dolores de Cospedal, fue madre soltera gracias a estos planes públicos de fertilidad.

Y hoy se ha dado a conocer la gota que colma el vaso de la incedencia: solo los casos que requieran una hospitalización de al menos 24 horas contarán como malos tratos para realizar las estadísticas estatales de violencia machista. Por supuesto, el Gobierno enfatiza que se trata solo de un baremo para realizar las estadísticas, obviando que las estadísticas son el motor en que se basa la distribución del gasto público y la presión legislativa. Ante el revuelo desatado por esta posible medida, Ana Mato se ha apresurado a declarar que estudiará ampliar la estadística a las heridas por violencia machista, intentando lavar la imagen de un muy deteriorado Partido Popular.

No termino de entender las cortinas de humo que echa sobre sí el Gobierno, pues retirar el foco de atención que se cierne sobre la posible comparecencia de Rajoy en el Congreso a propósito del caso Bárcenas para colocarlo sobre la marcada ideología machista del Partido Popular, es de forma excepcional contraproducente. Lo que más inconcebible me parecería es que, tras esta nefasta legislatura, las urnas del PP pudieran aún nutrirse del voto femenino.


lunes, 8 de julio de 2013

Machismo deportivo a gran y pequeña escala

Desde que llegó la crisis se habla de la generación perdida, de los sueños rotos de miles de jóvenes que estudiaron pensando en tener un futuro mejor. No sentimos estafados, cercenados, decepcionados y limitados, y estos sentimientos se pueden extrapolar a otro sector de la sociedad al que también se miente a diario: las mujeres. Nos hacen creer en la igualdad, en la equidad, en la superación del machismo institucional que no hace tanto caracterizaba nuestro país; y, sin embargo, la ecuanimidad entre hombres y mujeres no es más que un castillo en el aire, una vana ilusión que se destruye a cada paso que damos.

Pudiera disertar sobre la discriminación sexual en el ámbito del hogar, en las empresas, en los puestos directivos, en los salarios, en la política... Pero no, hoy la reflexión versa sobre algo que pasa quizás más inadvertido, pero es desde luego un atropello a la dignidad de las mujeres: el mundo del deporte.

La semana pasada comenzó con un hecho que me pareció increíblemente inverosímil: las portadas de los periódicos deportivos ilustraban a todo color la derrota de la Selección española ante Brasil en la Copa Confederaciones. Este hecho podría ser lógico en otro momento, pero la razón de su incoherencia es que el domingo no sólo se perdió la final de la Copa Confederaciones, sino que la Selección española de Baloncesto ganó a Francia la final del Eurobasket femenino. Marca, As, Mundo Deportivo y Súper Deporte dedicaron un pequeño titular a la victoria de nuestras campeonas; Sport ni siquiera lo mencionó en portada. Es decir, que la prensa de nuestro país otorga más notoriedad a perder un campeonato (masculino) de tercera categoría que a la victoria de la competición más importante del baloncesto (femenino) en Europa.

La mayor tristeza que puede cristalizar este hecho periodístico es que hayamos normalizado la gran diferencia que existe entre el deporte de mujeres y el deporte de hombres, pero al no tratarse del mismo deporte, hasta cierto punto podría entenderse la desigual significación que se le otorgó a los dos torneos. Sin embargo, la semana pasada llegó a mí otra noticia -de mucha menor envergadura- que me hizo repudiar hasta el extenuamiento la masculinización del mundo del deporte: la desaparición de la categoría femenina senior del club de fútbol Santa María Caridad.

El S. M. Caridad es un club pequeño, de barrio, en el que la gente se apunta para estar en forma, para aprender a jugar al fútbol y para pasar un buen rato los domingos. Es un club que, por lo que tengo entendido, está atravesando dificultades económicas, hecho que le ha obligado a prescindir de una de las categorías. Es un club que duplica la categoría masculina juvenil, que duplica la categoría masculina cadete, que duplica la categoría masculina infantil y que duplica la categoría masculina alevín. Es decir, el S. M. Caridad es un club que tiene 12 categorías masculinas (dos juveniles, dos cadetes, dos infantiles, dos alevines, una benjamín, una prebenjamín, una chupetín y una aficionado) y 2 categorías femeninas (sub 13 y senior), y a la hora de prescindir de una de ellas, ha decidido hacerlo con la femenina senior. Y lo peor no es este claro ataque al fútbol femenino por parte del club, lo peor es la bochornosa actitud que tomó la directiva a la hora de comunicar esta noticia a sus jugadoras: no transmitiéndoselo, sino enviando al entrenador a hacer el trabajo sucio.

El S. M. Caridad es un club en el que sus miembros pagan cuotas por jugar al fútbol, pero la decisión de acabar con la categoría femenina senior se tomó de forma absolutamente vertical, sin opción a réplica. Se aducieron causas económicas pero no se dieron alternativas, no se planteó a las jugadoras una subida de las cuotas, no se buscaron opciones para intentar mantener el equipo de mujeres, en este club deportivo no se hizo nada para intentar salvar al deporte, sino que se optó por la vía fácil y rápida: aniquilar el deporte femenino.

La honorabilidad de un club deportivo no deviene de los títulos que obtenga, ni de los campeonatos que gane, ni de la calidad de sus deportistas. Con los títulos se consigue jerarquía, pero no admiración. La dignidad de un club deportivo se demuestra a través de su compromiso con el deporte, de su responsabilidad para con sus miembros, de su trato digno hacia TODOS sus deportistas y, obviamente, hacia TODAS sus deportistas, de su identificación con valores como la igualdad, el esfuerzo y el respeto. La honorabilidad de un club deportivo no se demuestra ganando, sino apostando por el deporte, y es en este punto donde he de decir que el Santa María Caridad no sólo no es venerable, sino que a través de la afrenta que ha realizado hacia sus féminas, podría calificarse de indigno.

martes, 2 de julio de 2013

La eterna necesidad del enemigo común

A principios de la semana pasada leí que Arantza Quiroga, la líder del PP en País Vasco, pretende "condicionar desde dentro" el plan de paz para Euzkadi, y con estas palabras lo que quería decir realmente es que no se va a avanzar en el proceso de paz mientras ETA no acepte incondicionalmente las propuestas del Gobierno. 

Un par de semanas antes había dicho el PNV que ETA debería entregar las armas al pueblo vasco en un "acto simbólico de nunca más", pero en la prensa de Madrid (El País, El Mundo, La Razón, ABC...) las palabras "acto simbólico de nunca más" no aparecieron, sino que la noticia rezaba algo así como que el PNV pedía que ETA entregase las armas al Parlamento Vasco. Y esta semana TVE ha atribuido los atentados del 11-M a la banda terrorista ETA, sin mencionar la autoría de grupos yihadistas.

Desde que ETA anunciase el cese definitivo de la violencia y, semanas después, el Partido Popular se hiciera con el Gobierno de España, los pasos dados en el camino hacia la paz y la convivencia han sido más bien exiguos. Nos encontramos ante una situación en la que la ciudadanía anhela normalizar una realidad, los exterroristas quieren abrir el paso hacia la negociación política y, en su empeño por mostrar un enemigo común para así disimular sus propias carencias, el Gobierno eterniza un proceso que no llega. 

Independientemente de las razones argüidas por el Partido Popular para mantener sus fantasmas sobre la incertidumbre del proceso de paz, el primer paso que ha de darse para culminar una transición democrática es la entrega de las armas, y desde enero está esperando ETA a que el Gobierno le diga cómo, pero parece ser que Rajoy tiene proyectos más importantes que avanzar en la armonía de Euskal Herria.

La única lectura lógica que se me ocurre de todo esto es que el PP pretende seguir alimentando fantasmas para desviar la atención de lo que realmente importa, es decir, el desmantelamiento del Estado de Bienestar en España y la privatización masiva de servicios públicos, así como la inoperancia ante la crisis y la inexistencia de alternativas factibles que ayuden a los ciudadanos a superar las vacas flacas. Supongo que la estrategia popular es engordar el imaginario de un malo malísimo que lucha contra España para así potenciar el patriotismo equívoco de unidad centralista.

Desde luego, la libertad de expresión y de opinión es una máxima en los derechos humanos, y si los populares creen en la colaboración de ETA en los crímenes del 11-M, allá ellos. Lo realmente vergonzoso es que, después de un juicio con su correspondiente investigación y sentencia en firme en que se desvincula a esta banda terrorista de  los atentados, el ideario fascista del PP se plasme en la televisión pública hasta el punto de inculpar en exclusiva a ETA, sin citar siquiera a las organizaciones islámicas. Supongo que habrá gente que se lo crea, pero también existimos los que creemos que esto es un flagrante delito de abuso de autoridad, injurias, calumnias y, especialmente, televisivo terrorismo de Estado.