Es asombroso cómo en nuestro país, que se supone dentro de los países más avanzados del mundo, se está llevando a cabo un acallamiento general de las voces disconformes con este sistema que sólo favorece a los más fuertes.
Miles de personas indignadas con una desequilibrada distribución de recursos alzan la voz para pedir un poco de justicia en el sistema, y la noción general es que no son más que piojosos perroflautas que no tienen mejor cosa que hacer... ¿Eso no le da a nadie qué pensar? ¿Que en pleno agosto, mes de vacaciones, la gente no tenga nada mejor que hacer que estar movilizándose por un mundo más justo?
Ancianos afectados por el recorte de pensiones, padres de familia parados sin tener qué dar de comer a sus hijos, becarios que trabajan diez horas diarias por apenas 300 euros al mes, jóvenes recién licenciados que no encuentran dónde colocarse dentro de nuestras fronteras... y para colmo, las multinacionales textiles que colman la Puerta del Sol quejándose de las pérdidas económicas que están sufriendo porque las víctimas de sus recortes (al igual que de los recortes de otras muchas empresas) han decidido salir a la calle para reivindicar su derecho a una vida digna.
¿Esto está pasando de verdad? ¿De verdad comerciantes como el señor Amancio Ortega están indignados con los indignados? Quizás este tipo de empresarios dentro de sus mansiones sitas en parcelas de varias hectáreas no llegan a ser conscientes de que el salario de sus dependientes/as no llega siquiera a los mil euros, cuando lo más triste es que esos pseudo-mileuristas han de estar agradecidos por tener trabajo y posibilidades de vivir asfixiados 40 años para pagar un piso de 20 metros cuadrados.
Por otro lado, no paro de escuchar a la derecha rancia ultracatólica despotricar de los indignados, que cómo se atreven a estar armando lío cuando queda tan poco para la visita del Papa. ¿En serio? ¿De verdad os quejáis de los indignados? Esto debe ser una broma.
Pensaba que uno de los pilares de la Iglesia Católica Apostólica Romana era la beneficencia y que otro era la ayuda al prójimo. Entonces no entiendo por qué ponen el grito en el cielo porque haya gente luchando para poder cubrir sus necesidades básicas, como pueden ser trabajo, pensión, vivienda digna, sanidad pública y representación en el Congreso. Reitero: NECESIDADES BÁSICAS.
¿Qué pasa, que hay que estar viviendo entre cartones para que la Iglesia se apiade de uno? ¿Que tenemos que superar el umbral de extrema pobreza para que sientan un poquito de solidaridad? Lo peor de todo esto es que la dichosa visita de Ratzinger la estamos pagando los ciudadanos con nuestros impuestos (bueno, los afortunados que tenemos un trabajo de mierda) cuando ni siquiera es una visita institucional, y tenemos que escuchar cómo se pronuncian una serie de personajes que viven del cuento y que en lugar de ayudar al prójimo piden a los Estados que les paguen sus Encuentros con la Juventud.
Que se le de más importancia a una visita no institucional del Papa en un país constitucionalmente laico que a la Jornada de Reflexión, nos permite atisbar el legado de un sistema fascista que murió un 20 de noviembre y parece va a retornar en la misma fecha.
Que Dios nos pille confesados, especialmente a los que no tenemos fe.
Desalentador...
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