La primera quincena de agosto estuve de vacaciones en la costa mediterránea de Marruecos. La ruta mochilera que hice junto a tres amigas comenzó en Ceuta, y pensábamos terminarla en Melilla pero los disturbios que acaecieron en la frontera hicieron que acortásemos el viaje y el retorno a España lo realizásemos desde Alhucemas. Ya pensé en escribir sobre lo que allí había visto, y el asalto que siete marroquíes han realizado sobre el Peñón de Vélez ha añadido relevancia a mi propósito.
Durante los días que estuvimos en Cala Iris, los paisanos de allí nos hablaron del Peñón de Vélez, lo cual provocó entre risas y bromas el retorno a nuestras mentes del incidente del islote de Perejil. Transcurridos unos días, nos dirigimos a la parte este de Alhucemas, a la playa de Sfiha, desde donde se veían otros tres peñones.
Vista de los Peñones Isla de Mar e Isla de Tierra
Peñón de Alhucemas
Como se puede apreciar en la primera fotografía, los peñones Isla de Mar e Isla de Tierra están deshabitados. De hecho, se componen de unos metros de tierra yerma cuya utilización es prácticamente nula. Los rodea una valla metálica con el correspondiente cartel de prohibición de acceso -firmado por el Ministerio de Defensa español-, por lo que su única función real es matar lentamente a las gaviotas que en la valla quedan atrapadas.
La finalidad del Peñón de Alhucemas -que es la misma que la del Peñón de Vélez- es otro cantar. En él habitan, según nos contaron los rifeños de la zona, unos 30 militares que se encargan de velar la seguridad del peñón. No sé si efectivamente serán 30 los militares que se encuentran en el peñón, la reflexión que me merece esta situación sería la misma si los efectivos españoles fueran la mitad, una tercera parte o incluso una décima parte.
Dudo mucho de la situación estratégica que estos peñones brindan al ejército español, dudo mucho de la utilidad real que se recibe a cambio del inmenso gasto que supone al erario público el mantenimiento de decenas de militares en las proximidades de las costas marroquíes, y me parece indecente que según está la situación en España se derroche dinero para sustentar la disposición vanidosa y la arrogancia imperialista del Estado español.
Mientras se debate sobre la posibilidad de un gran rescate a nuestro país, se eliminan las prestaciones sociales, se reducen los gastos en educación y sanidad y se abre la puerta a la revisión de las pensiones, el Estado español se empeña en mantener una situación anacrónica y sin sentido de la que no obtiene ningún rendimiento ni utilidad. En tiempos de crecimiento económico la postura respecto a los peñones podría ser hasta hilarante, pero en tiempos de crisis resulta indignante y ridícula. El Gobierno debería gastar su tiempo, esfuerzo y dinero en mitigar los problemas que derivan de la crisis económica, y no empeñarse en poseer unos cuantos trozos de tierra yerma que no reportan ningún beneficio ni, por mucho que nos empeñemos, hegemonía estratégica.
Bien traído está tu artículo: se ha hablado recientemente de la tontada de Perejil por su décimo aniversario y parece que todo el mundo en el mediocre arco de la "opinión pública" profesional está intentando sacarlo del ridículo y usarlo para dar lustre a las Fuerzas Armadas (incluso el suplemento EPS de 'El País' se sacó un reportaje sobre lo épica y guay que es "nuestra" soldadesca donde aparecía un tipo que había sido veterano de Perejil antes que de Afganistán).
ResponderEliminarEn fin, no sé quién es más ridículo: el nivel actual de gasto militar -que hasta algunas asociaciones de militares denuncian-, el gasto militar en sí, el españolismo que se niega a descolonizar esos peñones e islas y se olvidan de Rota y Morón o el nacionalismo marroquí, que invoca la descolonización de esos trocillos de tierra (y al que le importa la opinión de l@s ceutíes y melillenses tanto como a España la de l@s gibraltareñ@s) mientras ocupa el Sáhara Occidental.