Finlandia se suma a países europeos que buscan superar la crisis con las recetas de la derecha. Perdemos la cuenta, el azul tiñe Europa con mayorías aplastantes y la dualidad queda extenuada, invisible, inapreciable. Los votantes desconfían de la izquierda, y la extrema derecha va ganando terreno cada día.
Problemas como la inmigración, el paro, la inseguridad ciudadana y el miedo al futuro incierto restablecen los gobiernos del orden y la economía como elementos principales. Ya pasó a principios del siglo XX, tras la dura recesión que provocó el Crash de 1929, pero las diferencias entre aquella derecha y la de ahora hacen temer un retorno de la clase trabajadora a niveles decimonónicos, e incluso dieciochescos.
El gobierno que provocó la mayor hecatombe humanitaria de la historia, aquel cuyo icono era la cruz gamada que masacró a millones de ciudadanos, tenía una clara diferencia con los actuales gobiernos de derecha: aunque basado en el sesgo racial, era socialista.
No quisiera apologizar sobre el socialismo, no sé si será la forma efectiva para salir de la crisis, pero me temo que la receta austera de la derecha no nos llevará al crecimiento, y aunque hay muchos economistas que cada vez son más favorables a tomar otro tipo de políticas, de momento nadie decide hacerles caso.
Se tiende a la generalización de que la derecha es más efectiva en materia económica, y la izquierda es más efectiva en materia social, y siendo ahora urgente la dinamización económica, el elector prioriza y vota a la derecha. Sin embargo, me pregunto hasta dónde la derecha es efectiva en lo que a economía se refiere, porque aun siendo la mejor al establecer la macroeconomía en niveles altísimos, la economía familiar se resiente año tras año, y al fin y al cabo es esa economía familiar la que habría de importar al votante.
¿De qué me sirve a mí que España sea la octava economía mundial en 2007, si se consigue gracias a una burbuja inmobiliaria y a una precariedad laboral que nos lleva a tener la mayor tasa de desempleo de la historia cuatro años después? ¿De qué me sirve a mí que en 2008 se elogie a la banca española y se diga que es el sistema financiero más solvente de Europa, si tres años después se tienen que inyectar más de 8.000 millones de euros públicos para salvar a las cajas -y que sus directivos sigan cobrando millonadas mientras desahucian a las familias? ¿De qué me sirve a mí que gane la derecha, si consigue cifras macroeconómicas fabulosas pero la diferencia entre clases se incrementa año tras año?
No nos fijemos en el posicionamiento de España respecto a la economía global, fijémonos en calidad de vida y en poder adquisitivo individual. Sin pretensión de ser maleducada, me importa un pito que Amancio Ortega sea de los empresarios más potentes del mundo, y me importa un pito que Emilio Botín presida un banco ejemplar. De hecho, me importa un pito que el club de Monti, Merkel, Rajoy, Sarkozy y compañía consigan situar al euro como la moneda más fuerte del mundo. A mí lo que importa es que los impuestos suben, las pensiones bajan, los sueldos se reducen a causa del incremento de IRPF, las hipotecas siguen por las nubes y conseguir un crédito es imposible, me importa que quieran privatizar el agua y hacer negocio de un derecho fundamental, y me importa que las eléctricas estén presionando para subir el precio de la luz.
A mí me importa un rábano quién gobierne o no, porque lo del mismo perro con distinto collar empieza a estar más que demostrado, por mucho que se etiquete a los gobiernos de derecha o de izquierda -y porque la izquierda cada vez está más lejos de la izquierda-. Pero he de decir que me preocupa que Europa esté llegando a la unanimidad ideológica respecto a cómo salir de la crisis, porque al final todo lo rige la macroeconomía, y en vez de inyectar dinero a las familias se inyecta a los bancos, esos que están precarizando la calidad de vida de las familias. Y me preocupa que esta derecha que barre Europa en la urnas se preocupe más de ayudar a las grandes empresas para inflar las cifras globales que ayudar a las pequeñas familias que son las que conforman los países.
Se supone que un Gobierno lo es de la ciudadanía, no de la economía, pero a nivel global se valora más que la economía esté bien a que lo estén sus ciudadanos. Da lo mismo que haya cinco millones de parados mientras no baje el Ibex, y da lo mismo que la diferencia entre ricos y pobres se agrande mientras se incremente el PIB nacional, da lo mismo que los parados no tengan prestación sanitaria, lo importante es alcanzar el déficit previsto, y da lo mismo que la ciudadanía esté saliendo a la calle a quejarse por los recortes, la mayoría absoluta otorgada en las urnas les da legitimidad para hacer lo que les dé la gana, sea en beneficio del pueblo o de las empresas.
Hacerlos caso
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