jueves, 29 de diciembre de 2011

El ciclo de la Historia

Hastiados estamos de escuchar que la historia es cíclica, que la historia se repite. Es verdad, en mayor o menor medida, la historia siempre vuelve para que sembremos en el presente una semilla que florecerá en el futuro, un poco después de que retorne el pasado. Algo así dije conversando en familia el otro día: "Mi generación verá cómo nuestros hijos lucharán para que nuestros nietos recuperen los derechos que ya habían alcanzado nuestros abuelos". Pero el post de hoy no es tan político, es más reflexivo.


Se estrena esta noche en  La 1 una miniserie sobre Tarancón, uno de los paradigmas eclesiásticos de España, y me ha dado por pensar lo que fue la Iglesia -y sus relaciones con el poder-, en lo que se convirtió después, y en lo que es ahora, siempre pensando en el medio plazo.


Los horrores de la más terrible de las guerras, esa que tuvo lugar entre 1939 y 1945, dejaron tan conmocionado al mundo, que hasta los sectores más ultraconservadores -como había sido el cristianismo regido por el Vaticano- andaban con pies de plomo y mucho tiento en los designios del poder. Quizás no era por convicción, quizás ni siquiera era por condescendencia, pero lo cierto es que esta falta de ortodoxia en algunos sectores católicos hacía más fácil la convivencia con los no creyentes, y más pragmática la supervivencia de un Régimen obsoleto.


En España la historia fue diferente al resto de Europa. La anticipación de la guerra y la victoria del bando totalitario hizo más fácil la ultrapenetración católica en todos los vericuetos de nuestra ya de por sí atrasada sociedad. Y dentro de este conservadurismo exacerbado apareció la figura de Tarancón, un cardenal "anticatólico" (o, al menos, en contra de los abusos eclesiásticos que se hacían en nombre de Dios).


Lo cierto es que Tarancón no era exactamente de izquierdas, ni comunista, ni "anticatólico", como intentaron etiquetarle los franquistas, pues no olvidemos que hablamos de un cardenal. Simplemente podría decirse que era un tipo con sentido común, y que más allá de tener unas creencias u otras, abominó del abuso de poder, la corrupción, los favoritismos políticos, el hambre del pueblo y la violencia de Estado.


En tiempos de Tarancón, quienes dominaban el Vaticano eran Papas cabales, centristas y, especialmente, con sentido común. Por ejemplo, Juan XXIII prohibió la definición de "Cruzada" de la Guerra Civil Española, y Pablo VI se reconocía como democristiano antifascista. Fue gracias al beneplácito de estos pontífices la obtención de Tarancón de la presidencia de la Conferencia Episcopal, en lugar del destierro que hubieran querido los tecnócratas del Opus y los falangistas de la élite franquista.


Cuento todo esto para terminar el post con la idea con que lo comencé: la historia se repite, la historia es cíclica. El carácter centrista de Tarancón, Juan XXIII o Pablo VI (o posteriormente el carácter conciliador de Juan Pablo II) vino determinado por los horrores cometidos en la II Guerra Mundial, por la pérdida de moralidad que había asolado Europa y por la necesidad de humanización de la masa. En el fuero interno de muchos gobernantes (políticos y espirituales) había crecido el sentimiento de culpa que arrastra la mano de hierro, por lo que pensaron que la conciliación, la sensibilización y el sentido común podrían ser las mejores armas para conducir las conciencias.


Sin embargo, la capacidad de elección lleva a la ausencia de fe, a la búsqueda de valores descontextualizados de la espiritualidad, al encuentro de valores naturales inherentes al ser humano por ser humano, no por ser procedentes de ninguna divinidad. Y esto les asusta porque les resta poder, por eso han vuelto a apostar por el miedo. Por eso en lugar de seguir progresando y caminar despacito pero con buena letra, han dejado de lado la libertad individual para volver a amedrentar a la masa. Por eso en lugar de Tarancones hemos vuelto a tener Torquemadas (que en el siglo XXI se llaman Roucos). Por eso en lugar de un Papa antifascista tenemos un Papa que perteneció a las Juventudes Hitlerianas. Por eso en lugar de subvencionar la escuela pública se está potenciando la enseñanza -católica en muchos casos- privada. Por eso los cardenales en lugar de dar misas cada vez copan más los medios de comunicación. Por eso estamos como estamos, porque la historia se repite y parece que no queremos darnos cuenta.

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