2012 ha tardado exactamente un día en cobrarse una víctima de violencia machista. El pasado domingo una mujer de nacionalidad ucraniana moría a manos de su marido, que después de asesinarla mediante un golpe en la cabeza y un corte de cuchillo en el cuello, se quitó la vida (según informa hoy El País).
Las declaraciones de Ana Mato, reciente ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, no se han hecho esperar, y parece que ha aprendido la lección incluyendo "violencia de género" a su vocabulario para referirse a este tipo de crímenes. Realmente no sé si habrá sido porque le convenza de verdad esta definición de la violencia machista, o porque ha querido evitar las críticas de colectivos de mujeres. El caso es que la reflexión de hoy no es de tipo político, sino de tipo lingüístico.
Muchos académicos se dejan la piel aclarando que el español no es una lengua muerta, sino que es como un ser vivo que, al más puro estilo darwinista, debe ir adaptándose a los tiempos con nuevos vocablos y acepciones que enriquezcan este, nuestro idioma. Además, denuncian el exceso de palabras "comodín" que al emplearse generalizan los conceptos, cuando realmente hay otras palabras específicas de esos conceptos que terminan cayendo en desuso.
Ahora bien, como hablante del castellano con un vocabulario relativamente extenso (o, al menos, medio estadio por encima del básico), sin ser académica me atrevo a aseverar que las afirmaciones relativas a vocablos habrían de aplicarse igual a las expresiones lingüísticas. A partir de esto, está claro que la expresión "violencia en el entorno familiar" sería una generalización del concepto de "violencia machista" y, por tanto, supondría una pseudo incorrección del habla.
Teniendo en cuenta que nuestros Ministros deben ser seres con un "comportamiento ejemplar" (al igual que la familia Real, pero eso no viene al caso), ya que suponen la representación de la ciudadanía española, su expresión oral debería ser cuidada con mimo y tratada con la mayor exactitud posible, especialmente si esos Ministros ahora mismo pertenecen al PP y estuvieron tanto tiempo -a través de los imparciales medios de comunicación de derechas- criticando la "incultura" de los Ministros socialistas. Quiero decir, ahora deberían predicar con el ejemplo.
Yendo un poquito más allá, y siguiendo con la exactitud de la lengua y la viveza de su ser, me da por pensar que habríamos de acomodarla a los nuevos tiempos y seguir avanzando en la consecución de conceptos. Esto viene a colación por la definición de matrimonio de la RAE:
"Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales".
La derecha española se acoge a esta definición para aclarar que el concepto de matrimonio no debe aplicarse para personas del mismo sexo, que para los homosexuales debería existir "otra palabra". ¿Qué palabra, maricomonio? En realidad este pensamiento sólo lo tiene la derecha más light, ya que para el resto los gays y lesbianas deberían ir al paredón.
El tema es que si la lengua ha de seguir un rumbo de adaptación a los tiempos y ha de demostrar que está viva, no puede ser argumento para intentar derogar una ley, y menos cuando el motivo real de las posturas contrarias al matrimonio homosexual no es la lingüística, sino la homofobia. Mi reflexión es que la RAE debería replantearse el trabajo que realiza al actualizar su diccionario, y posicionarse de una vez para acabar con un problema político que, lejos de ser una lucha para la obtención de derechos civiles, es una lucha para la supresión de derechos civiles de otros (¡hay que ser egoísta!).
Propongo que "matrimonio" se amplíe en una acepción para definir la unión sentimental entre personas del mismo sexo, así la única excusa loable (no por ser loable en sí, sino por al menos ser sincera) del PP para estar en contra será la homofobia, y realmente así pondría sus cartas sobre la mesa. Pero bueno, hasta que la RAE decida ponerse a trabajar para ayudar a millones de personas a tener derechos civiles dignos, al menos tenemos la tranquilidad de poder decir ALMÓNDIGA sin que sea incorrecto, en esos vocablos son en los que realmente se preocupan nuestros académicos.
Antes de que alguien te avise de malas, lo hago yo desde la cordialidad: te ha desaparecido un "h" en el "ay" del último renglón del penúltimo párrafo.
ResponderEliminarHablando de cosas más serias, la violencia en la familia y la violencia de género son dos fenómenos distintos (aunque converjan en aquellos casos en que una pareja heterosexual forma una familia) y el hecho de que se los confunda no indica nada bueno: ¿quienes lo hacen juegan a la confusión (me refiero tanto a la ministra como a much@s periodistas) o es, simplemente, que todo esto son sólo datos que hay que presentar porque es lo que se espera, pero que no significan nada y, por tanto, son perfectamente confundibles?
En fin, ya ha empezado el recuento anual y se ha convertido en algo tan banal aque me cuesta no pensar que en Año Nuevo pueda haber cierta expectación, como de antes de un estreno, en las redacciones (si no una porra... ).
Respecto a lo de la porra... es triste, pero no me extrañaría que fuese verdad.
ResponderEliminarCreo, sinceramente, que la violencia de género se condena a nivel político porque las asociaciones femeninas ejercen cada vez más como un lobby de presión, pero a la hora de la verdad hay muchos que no le prestan la atención que merece.
Hay muchos políticos que defienden a ultranza un sistema familiar único, y al igual que Urdangarín es un elemento molesto para los monárquicos, la violencia machista es un elemento molesto para los que defienden el patriarcado como sistema familiar, por lo que se intenta hablar del tema lo menos posible o, en su defecto, suavizarlo.
Pues a mí me ha encantao lo de maricomonio... igual hasta votaría a favor, eh?! ...
ResponderEliminarSiendo serios, hay que reconocer la gran labor de nuestros académicos: por fin mi abuela puede decir almóndiga con la cabeza bien alta. Y, eh! eso es muy loable. Y a los gayers que les "peten", siempre intentando ser noticia! Venga hombre!
M.