jueves, 10 de noviembre de 2011

Corrupción borbónica

Dice Transparencia Internacional que vivimos en el trigésimo segundo país más corrupto del mundo. Hay más de 200 y España, que se supone se encuentra en la cúspide del desarrollo, se encuentra en el puesto número 32. No sé si definir esta situación como desconcertante o como hilarante.

Como ciudadanos, permitimos que nuestra élite política decida sin consultarnos medidas de máxima envergadura (como un cambio de la Carta Magna); permitimos que en campaña electoral haya un pufo de debate basado en monólogos a la gallega donde no hay hueco para la participación ciudadana o, qué menos, participación de periodistas; permitimos que en las listas electorales entren más de 2.000 imputados por corrupción; y mi pregunta es: ¿vamos a permitir también que la Familia Real se una a esa clase cuya única ocupación es el desmantelamiento económico de cada uno de nuestros bolsillos?

No quisiera entrar en valoraciones históricas acerca de cómo los Borbones hicieron que el Estado Español (antes incluso de ser estado) cayera en un decaimiento vergonzante y vergonzoso gracias a insultantes opulencias, no voy a entrar tampoco en cómo esta dinastía regaló el país a un dictador, o los cauces por lo que se convirtió en heredera del siguiente dictador. De hecho, ni siquiera voy a entrar en el hecho de que si Juan Carlos defendió la democracia en los años ´70 fue porque era la única forma de asegurarse un tanto que le permitiese chupar del bote hasta ahora. No, esas son parte de la historia que ni siquiera he vivido, y con lo que he podido ver a mis 25 años me sobran motivos para abochornarme por las figuras diplomáticas más importantes que me representan.

La codicia humana no tiene límites, y aunque hay una regla no escrita que impide a la Familia Real ostentar negocios, ahora resulta que Urdangarín anda metido en follones legales que indician conceptos tan feos como fraude, robo o paraísos fiscales. Sinceramente, me parece el colmo.

No es suficiente con que los españoles cotizantes, es decir, los que sufragamos los gastos borbónicos, ni quiera podamos saber en qué gasta la Familia Real el dinero que les regalamos por la cara (no existe ninguna ley que les obligue a detallar sus facturas), sino que ahora nos quedamos tan tranquilos viendo cómo nuestro dinero se emplea de forma deshonrosa para lucrar a los ya de por sí lucrados, y no hay ningún tribunal que se atreva a dar el paso de señalar con el dedo claramente.

Lo peor de todo es que los que nos escandalizamos por estos asuntos tampoco podemos poner el grito en el cielo (por dos motivos): nos exponemos a un castigo punitivo, y no podemos alzar la voz hasta el cielo porque ellos son Familia Real por la gracia de Dios, y seguramente Dios se enojaría por dudar de su elección (ya tenemos suficiente crisis como para soportar otra Gomorra).


No hay comentarios:

Publicar un comentario