Acabo de leer una noticia en El País cuyo titular reza: "La condición de sefardí dará derecho automático a la nacionalidad española". En el primer párrafo se puede leer: "todos los descendientes de los judíos que fueron expulsados de España en 1492 podrán adquirir la nacionalidad española de forma automática, vivan donde vivan y siempre que acrediten su condición, ya sea por apellidos, idioma, descendencia o vinculación con la cultura y costumbres españolas". Cabe destacar que hay alrededor de tres millones de judíos sefardíes en el Mundo, distribuidos por Francia, Estados Unidos, Israel, Turquía y otros países.
Me he quedado perpleja, puesto que el Gobierno declaró -un par de días después de ganar las elecciones- que no iba a regularizar a los inmigrantes por arraigo social (entendido como la permanencia en España durante un tiempo de al menos tres años). Es decir, que a partir de ahora será más español un argentino cuya familia lleva viviendo cuatrocientos años en Argentina y jamás ha pisado la Península, que un uruguayo que lleva diez años viviendo en España.
Cabe destacar que tamaña necedad no es el único motivo para mi asombro. Las palabras del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, acompañan a la perfección a la estupefaciente noticia: uno de los objetivos de la instrucción es "recobrar la memoria de la España silenciada durante mucho tiempo". Las palabras del ministro son sumamente irónicas si se tiene en cuenta que, por ejemplo, los Presupuestos Generales del Estado para 2013 han eliminado la partida destinada a la memoria histórica. Esto se traduce en que para el Gobierno es más importante honrar a los descendientes de los judíos que hubo en España hace quinientos años, que honrar a las víctimas de la Guerra Civil, cuyos hijos aún luchan por encontrar sus restos.
El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, tampoco se ha quedado corto al expresar que esta instrucción es la del "reencuentro" para "los que han sido injustamente privados de su nacionalidad y han recreado a través del afecto una España que nunca se resignaron a perder y que a partir de ahora es tan suya como nuestra". En este punto he pensado en los miles de musulmanes que fueron expulsados a la vez que los judíos por los Reyes Católicos, y en si sus descendientes tendrán también derecho a la nacionalidad española. Es más, me han venido a la mente todos los españoles que debido a las crisis económicas de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX emigraron a Latinoamérica, y teniendo en cuenta que huir de la pobreza es una imposición forzosa (para evitar la muerte y la miseria), ellos también deberían reencontrarse con la nacionalidad de la que han sido "injustamente" privados.
Por otro lado, hay que tener en cuenta el contexto internacional de estos días en Oriente Medio. Aunque ayer Israel y Hamás acordasen un alto el fuego, durante los ocho días precedentes no han cesado multitud de ataques -hacia Gaza y el sur de Israel, respectivamente- que han costado la vida a 162 palestinos (de los que 42 son niños,, 11 mujeres y 18 ancianos) y cinco judíos (de los que cuatro son militares). Además, el Primer Ministro israelí, Bejamín Netanyahu, flirteó con la idea de un ataque terrestre a la Franja de Gaza. Espero equivocarme con mi intuición de malpensada, pero me viene a la cabeza que esto de la legalización de los sefardíes, justo en este momento, podría suponer un guiño al Gobierno sionista.
En definitiva, e independientemente del contexto actual en lo que a política internacional se refiere, la decisión del Gobierno de nacionalizar a los sefardíes en masa, exclusivamente por ser sefardíes, es una medida anacrónica, incoherente y, por qué no decirlo, ridícula.
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