Con estas contundentes palabras comenzó su misa el obispo de la diócesis de Alcalá, Juan Antonio Reig Plá, el pasado Viernes Santo, 6 de abril de 2011. Por esta vez voy a dar la razón a monseñor, con la salvedad de que esta frase debería aplicársela a él mismo, puesto que no hay nada más ignominioso -e ignorante- que hablar sobre lo que no se sabe, y de eso la Iglesia católica sabe mucho. Y no es que lo diga yo, es que aquellos que juran votos de castidad se atreven a dar lecciones sobre familia y buenos hábitos en el hogar.
Respecto a la fe y a las doctrinas de la Iglesia no voy a decir nada, pues creo que lo más importante de moralidad del siglo XXI debe ser el respeto, respeto que, por contra, los mandamases de una religión que predica solidaridad, ayuda al prójimo y comprensión para con otros no se deciden por llevar a cabo. Sin embargo, no dudo en censurar los juicios sentenciosos de prelados que, lejos de seguir la pacificación que propugnaba su mesías Jesucristo, abogan por la marginación de determinados sectores sociales y apologizan su vergüenza.
Recuerdo cuando Benedicto XVI visitó España con motivo de las JMJ, este pasado verano. Recuerdo cuando, entre otras cosas, criticó leyes españolas dentro de nuestras propias fronteras, como la Ley del aborto o la Ley del matrimonio homosexual. Quizás me falla la memoria, pero lo que no recuerdo es que otro Jefe de Estado haya visitado nuestro país y se haya dedicado a criticar nuestras leyes públicamente, creía que ese silencio respecto a la discordancia de opiniones era fruto de la diplomacia -o quizás de los buenos modales-. Sea como fuere, y aunque me resulte chocante una actitud tan perversa, no es de Ratzinger de quien quiero hablar.
De quien quiero hablar es de Juan Antonio Reig Plá, y lo que quiero criticar no es lo que dice, sino la impunidad de la que goza. Cierto es que me parece aberrante el trato que toma para con los homosexuales, cierto es que me parece fruto de una ignorancia suprema -y de una moralidad indecente- que una persona que financia la vivienda de un pederasta diga que un homosexual vaya a ir al infierno simplemente por serlo, pero lo que más me llama la atención de todo el revuelo que ha levantado monseñor es que no se repruebe la mentira, la falacia y el embuste atroz.
Una persona que se supone casta, pura, alejada de toda relación con el pecado, ¿cómo puede saber que los homosexuales son homosexuales porque son llevados por "ciertas ideologías"? ¿Cómo puede saber que los homosexuales, "para comprobarlo, se corrompen o se prostituyen, o van a clubs de hombres nocturnos"? ¿Cómo puede Reig Plá contrastar tales afirmaciones? En caso de no poder contrastarlas, ¿no supone delito que una persona pública haga declaraciones públicas falsas? ¿Acaso por ser obispo se obtiene amnistía en la mentira? Porque no es por ser quisquillosa, pero me atrevo a afirmar que a clubs nocturnos van muchos más hombres heterosexuales que homosexuales, algunos de los cuales se consideran católicos en su vida pública. Y yendo más allá, me atrevo a afirmar que hay personas -que yo conozco- que se autodefinen como homosexuales, católicos y de derechas, por lo que me pregunto: ¿cuáles son esas "ideologías" que les inducen al vicio y la perversión de amar a otras personas?
Pero más allá de las mentiras que libremente expresa Reig Plá, habría que reflexionar acerca del contenido de su discurso, y de la hipocresía inherente a él. Para avalar sus palabras respecto a la homosexualidad, el obispo de Alcalá remite a sus fieles a la Biblia, a la Carta a los Corintios 6:9, en la que se detalla que "ni los afeminados, ni los pervertidos" heredarán el Reino de Dios (es decir, que irán al Infierno). Lo que me parece hipócrita es que se sigan las directrices de un escrito que tiene más de 2.000 años a pies juntillas, sin revisionismo alguno para según qué temas. Igual que Juan Pablo II tuvo que aceptar que la teoría de la Evolución es "más que una hipótesis" y que el darwinismo es compatible con el catolicismo, por mucho que la Biblia hable tajantemente de la Creación, es el momento de que la Iglesia acepte que la homosexualidad ni es una mala conducta, ni una enfermedad, sino una opción sexual igualmente digna que la heterosexualidad.
Mario Vargas Llosa, en su artículo de ayer en El País, que trata sobre la muerte del chileno activista homosexual Daniel Zamudio a mano de cuatro "neonazis" chilenos, dice que este crimen no es un hecho aislado de cuatro "neonazis" chilenos, sino que la homosexualidad [como algo raro, castigable, marginable y horroroso] "se enseña en las escuelas, se contagia en el seno de las familias, se predica en los púlpitos, se difunde en los medios de comunicación"... Y no le falta razón, puesto que como ejemplo encontramos la homilía del obispo de Alcalá del pasado Viernes Santo.
El Catolicismo siempre me ha parecido la doctrina de la solidaridad, de la ayuda al prójimo, de la condescendencia con el desvalido, del perdón; y quizás por eso siempre he sido muy tolerante con los que profesan su fe, a pesar de abominar de su cúpula eclesiástica. Sin embargo, mi simpatía hacia ellos muere cada vez que escucho discursos que incitan a la violencia contra los que ellos no consideran "normales", cada vez que hacen apología de la intolernacia, cada vez que dan lecciones amorales de moralidad.
La homosexualidad, documentada desde hace milenios, presente también en otras especies, resulta ser fruto de "ciertas ideologías".
ResponderEliminarUn deseo, tan natural y espontáneo como puede serlo el que se siente hacia una persona de sexo contrario, resulta ser una especie de creación del Diablo (idea que est@s, a diferencia de much@s protestantes, no se atreven a expresar abiertamente).
La Iglesia Católica no es enemiga de la ignorancia, ni lo ha sido nunca, ni lo ha sido jamás culto religioso alguno. Lo dice San Pablo en una de sus epístolas: "la ciencia será abolida", en otras palabras, no se trata de conocer, se trata de creer. El mito del Edén es clarísimo a ese respecto, pero llevamos mucho tiempo tirando de "buen rollo", intentando convencernos de lo contrario, de que el humanismo, o incluso todo lo que ha dado la modernidad, es compatible con esa venenosa semilla plantada en la fe, la religión. No lo es. ¿Quienes pusieron argumentos? Darwin, Copérnico, Galileo, Giordano Bruno, Servet... ¿Quienes se equivocaron, vociferando sobre un mundo creado en seis días en torno al cual gira el Sol? Los mismos que les insultaron, amenazaron o asesinaron, el rebaño de Dios. Cuando agreden y asesinan homosexuales y transexuales, cuando ponen bombas en clínicas "abortistas", locales "de ambiente" o teatros o cuando se contentan con hacerle el caldo gordo a quienes se dedican a todo ello al grito de "¡Familia!" y al grito de "¡orden!", los miembros de ese siniestro rebaño demuestran ser peores que lobos con piel de cordero. Los lobos sólo atacan para sobrevivir, no les interesa amargarle o quitarle la vida a los demás.