Acabo de leer en El País que la Fiscalía Anticorrupción investigará a Bankia por supuesta estafa, falsedad documental, apropiación indebida, administración desleal y posibles delitos contables. Teniendo en cuenta que Bankia declaró, en un primer momento, unos beneficios en 2011 de 309 millones de euros, poco después dijo necesitar más de 2.500 millones de euros, y hace unos días se conoció que la entidad necesitaba otros 19.000 millones de euros, que la Fiscalía Anticorrupción sospeche que ha existido falsedad documental es un paso.
Es un paso porque a Torres-Dulce, fiscal general del Estado, le puso Rajoy en el puesto que ocupa actualmente. Es un paso porque a Rodrigo Rato, supuesto artífice de la debacle financiera que ha desatado Bankia, también le puso al mando de la antigua Caja Madrid Mariano Rajoy -teniendo para ello un duro encontronazo con Esperanza Aguirre, férreo pilar de su propio partido-. Es un paso porque Mariano Rajoy dijo la semana pasada que no había que buscar culpables en Bankia, y en cierta medida la postura de Anticorrupción es un pulso al Gobierno, especialmente porque hay voces que gritan que Rajoy y Esperanza Aguirre pactaron con Rato que no se le investigaría.
Igual que considero necesario criticar al Gobierno y a las instituciones cuando estimemos que no actúan correctamente, es necesario elogiar las actuaciones que consideramos correctas, y a pesar de que el baile de cifras que se ha ido sucediendo en torno a Bankia a los que no tenemos mucha idea de economía la palabra estafa se nos antoja blanca y en botella, que el fiscal general del Estado decida echarle un pulso al presidente del Gobierno en un momento tan convulso como el actual es digno de loar.
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